Éramos un restaurante. Hoy somos una pequeña fábrica de croquetas. Hacemos 37 variedades. Pequeñas obras de arte cada una de ellas, nos gusta pensar. Las hacemos a mano: sería imposible formar a máquina una bechamel como la nuestra, tan fluida. Y las hacemos a mala idea: las echarás de menos cuando pruebes otras, ya verás. Pero no somos “artesanos”. Somos enfermos, sencillamente. Enfermos resueltos a enterrar alma, corazón y vida en croquetas.